lunes, 3 de junio de 2013

Cristo revertió el pecado y la muerte de Adán


 

Adán y Cristo, ambos representan la cabeza de la raza humana. Adán como nuestro primer representante nos trajo muerte. Luego Cristo vino a recapitular a Adán a fin de conseguir lo que Adán no consiguió para sus proles. El hombre Jesucristo pasó la prueba que el hombre Adán no pasó y con ese triunfo le trajo la resurrección de la vida al mundo.

«En Adán todos mueren». Toda persona nacida del mundo hereda la naturaleza de su padre y de su madre, que es una naturaleza corruptible.

«En Cristo todos serán vivificados». Esto nos relaciona con Cristo. Estamos vitalmente relacionados y unidos con Cristo. De la misma manera que participamos de la naturaleza de Adán, de nuestra madre y de nuestro padre, así podemos participar de la naturaleza de Cristo. La naturaleza de Cristo es una naturaleza divina e impecable.

2ª Corintios 5, 21 «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo (ofrenda de) pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.»

Una mejor traducción de este versículo es lo hizo ofrenda de pecado, o como la Biblia del Peregrino, lo trató como un pecador. Pues Cristo nunca tuvo pecado, su naturaleza fue limpia de pecado. El asunto aquí es que él no conoció pecado.

2ª Pedro 1,4 «por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;»

Esto quiere decir que todos los que estén «en Cristo» son participantes de la naturaleza divina y en tal sentido serán vivificados. Todas las personas no están en Cristo; es decir, todas no creen ni confiesan la vida de cada una de ellas «en Cristo».

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