Esto se refiere al ministerio y función salvadoras de
Cristo, no a su persona y ser. Esto no quiere decir que Cristo debe volverse
inferior a Dios ni menor que Dios. Tal inferioridad es imposible, porque tanto
los términos «el Hijo» como «el Padre» se refieren al único Dios en diversas
manifestaciones reveladoras. Sencillamente quiere decir que cuando Cristo haya
completado su misión, la de recuperar el reino perdido, ya no será conocido
como Jesucristo. Cuando ya el mundo entero esté redimido y no haya nada en el
cielo ni en la tierra fuera del amor y el poder de Dios. Cuando ya no haya más
nada que salvar porque todo esté salvado, ya no será conocido más como el
salvador, tendrá un nuevo nombre para nosotros y estará en su posesión plena de
gloria. Será Dios en todos y para todos.
Ahora Dios no es el todo en todos. Hay un espacio, la
tierra, donde en muchos no se hace su voluntad. Hay un mundo rebelde.
En este
período de la historia el nombre de nuestro Dios es Jesús; pero después que se
complete el número de los salvados y todo le esté sujeto; entonces ya no
necesitará más ese nombre que significa el Señor es salvación; es el nombre redentor.
Su trabajo como el salvador del mundo y vengador del mal, quedará eternamente
consumado. Entonces tomará un nombre nuevo también. En Apocalipsis 3,12, dice:
¨ Al que venciere… escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios… y mi nombre nuevo ¨. También Apocalipsis 2,17.
El nuevo
nombre es secreto y no será revelado hasta el debido tiempo. Así como el nombre
de Jesús fue ocultado en los atributos de Isaías 9,6, de igual manera el nuevo
nombre está escondido en los atributos contenidos en Apocalipsis 19 «…y su
nombre es: El verbo de Dios» (vs.13) «…en su muslo tiene escrito este nombre:
Rey de Reyes y Señor de Señores» (vs.16). Este nombre nuevo alcanzará todas sus
obras del Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento. Los fieles de todos los
siglos podrán adorarle con este nombre nuevo.